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Enseñanza N° 5 – de Anales Mapuche de Otoño y Primavera

La razón por la cual “Füta Chaw”, el Gran Poder, no hace dos aves , dos animales o dos hombres iguales, es que cada uno ha sido puesto aquí por “Futa Chaw” para ser una individualidad independiente y contar consigo mismo. Por eso, yo le decía a mi hijo Nawell cuando le enseñaba algo: ”no me creas esto porque soy tu padre; abre tus propios ojos y compruébalo por ti mismo”.

Hay que buscar por uno mismo, cavar hacia adentro para encontrar lo propio, lo que es auténticamente mío.

Seguir el proyecto que le pide otro, es el camino fácil.

Cada uno debe saber construirse o descubrir su proyecto personal. En estos tiempos confusos, hay que afirmarse en el “walle” (roble joven) que creció junto con nuestro ombligo (*), no en las arboledas ajenas, afirmarse en sí mismo, nunca en algo de afuera que haga de sostén.

Esto de contar sólo consigo mismo y no depender de lo que me entreguen de afuera, no es egoísmo como la gente cree.

Hoy día, la gente se olvidó de esta verdad, sobre todo cuando se casa o se enamora. Creen que la otra persona es la responsable de su felicidad. Y para no ser responsable, quieren desaparecer junto con el otro y estar metidos dentro del otro. Pocos se acuerdan que en mapuche casarse es “kidu chengen”, que significa “ser solo – dueño de uno mismo – con su pareja”, recortada del resto, “estar solo con su pareja”, la que también debe “solo ser ella” y no parte de otra persona.

Todo lo que está fuera de uno, se termina cayendo o pudriendo. En cambio, yo nunca he visto pudrirse una mirada de comprensión fulminante, despedida como rayo de luz profunda, y que finalmente nos llegó como fruto sazonado del trabajo del propio corazón.

Ser uno, y no otra persona: eso es lo que hace atractivo a un ser humano. Tampoco por el puro hecho de casarse o juntarse con alguien va hacer nacer o crecer el amor. Yo no sé si existe el amor en mapuche; solo existe el hecho o la posibilidad de existir en pareja, separada del resto.

Esta es la razón de por qué “Futa Chaw” no hace nunca dos aves iguales: tienen el deber de ser diferentes, sobre todo cuando comparten el nido. Y ese nido, si quiere ser verdaderamente nido, no necesita el absurdo de un solo huevo compuesto de una mitad macho y una mitad hembra. El nido exige dos huevos enteros, el hombre y la mujer enteros, pero no uno solo compuesto por dos mitades revueltas.

Ziley Mora Penroz

(*) Los antiguos padres mapuches enterraban el ombligo de sus hijos recién nacidos junto a un joven arbolito que pasaba a ser su “compañero” de por vida, una especie de “alter ego”, donde el niño sacaba y expresaba sus emociones diversas, ya sea abrazando al árbol o exteriorizando sobre su tronco la rabia o la pena.

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