¿Cuál es la relación con nuestro cuerpo? ¿Qué tanto nos preocupamos de su bienestar? ¿Para qué nos sirve el cuerpo? Estas y otras preguntas sirven de autodiagnóstico para verificar cómo está la conexión con nuestro yo corporal.

El cuerpo es el instrumento que poseemos en esta vida y en este plano. Está compuesto de materia, por lo tanto mantiene concentrada nuestra energía y es el que nos hace tan poderosos en estos términos. Esto no nos parece tan así, porque vivimos en un mundo material, donde nos relacionamos contantemente con estructuras mucho más resistentes y “valiosas” a nuestros ojos. Pero olvidamos que somos una maquinaria viviente, que funciona de manera bastante perfecta y en equilibrio.

Nuestro cuerpo también es una vía de expresión de nuestro yo más interno. Es capaz de enviarnos mensajes para identificar modos erróneos de funcionamiento, predominancia de sentimientos inadecuados y patrones de pensamiento que no nos son sanos. Las enfermedades son un reflejo claro de esto.

La enfermedad se aloja en el cuerpo físico a partir de una estructura o flujo particular de nuestro campo energético, que puede corresponder a pensamientos, emociones y comportamientos que se van rigidizando y no permiten el flujo correcto de energía. Cuando esto se hace crónico, llega a materializarse en nuestro cuerpo. La principal función es darnos una alerta al respecto con el fin de que corrijamos nuestro actuar, sentir o pensar.

Es común que nos peleemos con nuestra corporalidad, con sus limitantes y culparla de nuestros padecimientos, olvidando que es el reflejo de lo que hemos construido nosotros mismos. Cómo lucimos y cómo funcionamos es nuestra responsabilidad. Creamos nuestras enfermedades y algunos de nuestros defectos, así como también podemos crear nuestra sanación.

Por otro lado, cuando nos embarcamos en un camino de crecimiento espiritual, tendemos a dejarlo de lado. Sentimos que el cuerpo sólo nos conecta con lo mundano y trivial de la vida, e incluso con los vicios y excesos. No nos confundamos, pues muchas de estas conductas son sólo la parte visible de lo que ya está dentro nuestro, y andar echando culpas afuera, aludiendo a que está fuera de nuestro control, nos posiciona como irresponsables y no nos permite crecer.

Deberíamos sentirnos orgullosos del gran regalo que es tener un cuerpo para movernos a nuestro antojo, que nos permite concretar nuestros sueños y anhelos, y que además nos permite vivir y sentir la realidad de maneras tan básicas a nuestro parecer, pero tan mágicas en realidad. Tomemos conciencia de lo que significa poder identificar olores, sabores, colores, etc. La percepción de nuestro mundo y nuestro actuar en él no serían posibles de otra manera.

Agradezcamos tener este gran instrumento con nosotros, que a la vez que nos conecta con lo exterior, mantiene un lazo tan profundo con nuestro ser interno y con la divinidad. Nuestro cuerpo fue entregado para hacernos feliz, para permitirnos gozar de la vida. Pero a la vez debemos hacernos cargo de él y cuidar este gran tesoro.

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